sábado, 20 de marzo de 2010

Anécdotas de una Calle Corta de Mar del Plata

(continuación)

¡Vivan los Vaira!


Así como El Antiguo Testamento, Ecclesiastes, iii, 1, dice que “Hay un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para recoger lo que se ha plantado…” yo creo que pronto habrá un tiempo importante para mí. Volvamos al arroyo del Puerto, que tiene tanto que ver conmigo y con el trazado irregular de la manzana 171. En poco tiempo ya no se llamará del Puerto, sino Arroyo de las Chacras. Y será más protagonista que nunca.
Estamos en 1916. Un joven concejal marplatense, Teodoro Bronzini, está sumamente preocupado por la situación complicada en el cruce de los bulevares Colón y Londres (hoy avenida Independencia), donde hay dos manos de ida y dos de vuelta. Se dice que ha presentado un proyecto para arreglar el cruce entre ellos y pavimentar la zona previo entubamiento del arroyo vecino.
Después de casi un año su proyecto se acepta y comienzan las obras de entubamiento. Estamos en la gestión del intendente señor D. Julio César Gascón. Corre el año 1917. Se inicia un primer tramo del entubamiento del arroyo en la zona que va desde la esquina Bolívar y bulevar Londres – vereda par – continuando derecho desde el este al oeste hasta la zona del bulevar Colón alcanzando la calle Salta. Pero no todo lo que brilla es oro, a partir de esta mejora comienza a aparecer una sombra sobre mi futuro. Se habla de la posible desaparición de ese pasaje que la gente llama “Vaira”.
Ante la concreción exitosa de su proyecto anterior, es nuevamente el concejal Teodoro Bronzini quien presenta una nueva proposición progresista. Solucionado el problema del cruce de las hoy avenidas Independencia y Colón, ahora le parece posible el recupero de los terrenos que, por su proximidad ribereña con el arroyo de las Chacras, sirvieron de vaciadero durante tantos años a los vecinos de la zona y sus alrededores. Lo que propone el concejal Bronzini es que se rellene, se nivele, se acordone y se parquice ese tembladeral. Pero esta vez su proyecto no es aceptado.
Es que al abrirse el tránsito a los peatones y el paso a la circulación de los carros por ambos bulevares, el Municipio quiere vender esos terrenos recuperados y lotearlos previo cerramiento de la manzana, haciendo desaparecer el Pasaje Vaira, anulando la vereda y el contrafrente de la manzana triangular 171.
¡Ay de mí! Comienza una lucha entre aquéllos que defienden la posición de los munícipes autores de los planes de prolongar la manzana 171 para formar un cuadrilátero cuyo perímetro esté marcado por las calles Bolívar y Salta y los bulevares Colón y Londres y la voluntad de los Hermanos Vaira de defender sus derechos adquiridos por uso de suelo y costumbre cotidiana. Esta lucha se dirime en los estrados judiciales. Los Vaira sostienen que de cerrarse el pasaje ellos perderán un frente, ya que sus terrenos sólo tendrían frentes sobre Bolívar y Salta. Es obvio que los ganadores de este pleito fueron los Hermanos Vaira, ya que de triunfar el Municipio, hoy yo no existiría. Así que el Pasaje Vaira sigue abierto y el trazado de la manzana de “enfrente” terminará siendo también un triángulo que luego será dividido en parcelas que se lotearan y así seguirá mi historia.

Llega el Asfalto

La obra de entubamiento trae progreso a la zona. Se normaliza el paso entre los bulevares y los vecinos piden a las autoridades acercarse al lugar para resolver un problema que, de algún modo, está retrasando el adelanto integral de la zona: aceras y asfalto. Sabemos que la inversión privada va siempre delante de la inversión estatal, así que se decide resolver primero el asunto de las aceras por iniciativa vecinal.
¡Qué rápido pasa el tiempo! Ayer no más comenzaron a aparecer algunas veredas sobre la calle Bolívar. En cuanto a mí,… bueno, yo sigo siendo el patito feo en este vecindario. Algunas lajas colocadas así no más y tierra apisonada forman mis veredas. De cualquier manera ya estamos en la segunda década del siglo XX. Seré más precisa, en el año 1923. Este año, es importante en mi existencia. Es que el 21 de junio del año 1923 se expide la Ordenanza General de Pavimentación en la cual “Declárese obligatorio el pago de pavimentos que se construya en todo el ejido de la ciudad de Mar del Plata y en la zona del Puerto integrada por las chacras Nº 87, 88, 89 y 90 del ejido de Peralta Ramos”…
Esto está bueno, porque yo, llámeme como me llame, soy una de las calles a pavimentar en el ejido de la ciudad. Pero... siempre hay un pero: los dueños de las parcelas de esta bendita manzana 171 consideran que los linderos de sus terrenos son los frentes que dan sobre las calles Bolívar y/o Salta, mientras que yo sólo represento el contrafrente colindante de los mismos. ¿Querrán estos propietarios hacerse cargo del costo de pavimentación de una callejuela que ni nombre tiene? Mis miedos aumentan cuando leo el artículo 2º de la susodicha Ordenanza General de Pavimentación: “Los propietarios de casas y terrenos están obligados a abonar por sus respectivas propiedades la parte de pavimento que les corresponda, de acuerdo con esta ordenanza”. Debo desechar toda duda y evitar que este recelo se transforme en temor. Pero mi aprensión se potencia cuando me entero del contenido del artículo 15 del documento ya mencionado: “El pago del importe de los afirmados en general, ya sean ejecutados por cuenta de los vecinos o por licitación pública, se efectuará por los propietarios y empresas afectadas al mismo, en esta forma:
En el plazo de cinco años los pavimentos a base de concreto; tres años el macadam y en el de dos años los afirmados de piedra bruta, en cuotas semestrales que devengarán un interés del 7%, debiendo los deudores suscribir pagarés comerciales por las sumas adeudadas.”

¿Habrá algún propietario que voluntariamente pague por mi pavimentación? ¡Ah! Acá hay algo alentador, leamos el apartado

b) “Si el pago se hiciere al contado, a la presentación de la cuenta, los deudores gozarán del beneficio de un 10% de descuento sobre el valor total de su deuda”.

Una oferta muy tentadora pero ¿se dejarán tentar los que deben pagar? Muy atrayente el descuento para quien tenga un considerable excedente de dinero, si es que a algún vecino le sobra dinero en sus bolsillos.
Ajena a todos estos avatares de mi incierto destino de calle a asfaltar, la gente transita presurosa por mi sendero. A veces el transitar por mi es fácil cuando el terreno está firme debido a la escasez de lluvias pero después de alguna precipitación – no necesariamente abundante – es común que los viandantes tropiecen con las aristas de las desniveladas piedras que algún comedido ha puesto sobre mi superficie, a modo de doméstico paso peatonal, para evitar las resbaladizas trampas de lodo.
Han pasado cuatro años. La calle Bolívar ya está asfaltada. Luce, orgullosa y coqueta, un flamante pavimento. No es por nada pero a lo mejor se siente importante porque en la casa sita en Bolívar 3259 funciona la Comisaría Primera de la ciudad de Mar del Plata. Cuando me entero que la liquidación que debe pagar el propietario del terreno de la manzana 171 del cual yo soy contrafrente – por supuesto me refiero a la propiedad con frente en la calle Bolívar 3268/72 – asciende a $ 988,01, me tiemblan las desniveladas piedras puestas sobre mí con veleidades de baldosas.
El 24 de octubre de 1927 (según Cuenta de Pavimentación número 470) el propietario del bien inmueble, señor Juan B. A. Balerdi abona a la Empresa Pavimentadora de la Provincia de Buenos Aires LEMMI, AZZI & COLANGELO y TIRIBELLI la suma de $ 82,00
Me desanimo, suspiro y decido esperar los acontecimientos. No espero mucho. Para el 5 de marzo de 1928 el señor Juan B. A. Balerdi recibe la Cuenta de Pavimentación Nº 3 por la cual se establece que debe abonar a la Empresa de Pavimentos VICENTE FILIPPELLI por obras de pavimentación en la manzana 171 sobre la calle Pueyrredon (que soy yo, ¡si yo misma, pavimentada y aún sin nombre propio!) entre Bolívar y Salta. Esta vez la liquidación asciende a $ 738,05.
Ignoro cuando el señor Balerdi saldó esta deuda, pero no dudo que lo hizo en tiempo y forma. De cualquier modo, ya estoy pavimentada y ahora me siento más segura de mi misma. Sólo me resta luchar por conseguir mi identidad.

(continuará)