lunes, 16 de agosto de 2010

El Ruiseñor

El Ruiseñor
Una tarde de primavera paseaba con un amigo por los bosques de Viena el gran compositor Franz Lehar. De repente llegó a sus oídos el canto de un pájaro. "Un ruiseñor", se dijo el músico.
Le comentó a su acompañante que estaba deseoso de ubicar al pájaro que lo había conmovido con su canto. El bosque era muy grande y la búsqueda les llevó tanto tiempo que iban a abandonarla cuando en un recodo de una senda encontraron a una hermosa joven que, sentada sobre un tronco caído, alegraba al paisaje que la rodeaba con unos gorjeos tan puros y dulces que parecían imposibles de salir de garganta humana alguna.
Esa joven se llamaba Militza Korjuz. El compositor y su amigo prestamente la comprometieron para cantar en el Gran Teatro Real de Viena.
Así comenzó su carrera artística, la que duró muchos años. Emocionaba a todos aquellos que la escuchaban con deleite y admiración. Militza fue la cantante que tenía el agudo más alto que todas las cantantes de su época y aún las de hoy en día.
Se aseguraba que cuando hacía su famoso agudo se rompían los cristales que estaban cerca suyo.
Después de muchos años Militza se retiró de los escenarios. Cerró su casa en la ciudad de Viena y no se la vió más. Hace poco unos sobrinos nietos reclamaron la propiedad como herencia. Su reclamo fue aceptado. Cuando se abrieron las puertas de su casa, tantos años cerradas, se encontró todo el mobiliario y demás enseres en su sitio, como si la moradora se hubiera retirado de la morada el día anterior. Lo que llamó la atención fue la jaula dorada que pendía de un soporte a un costado del piano donde la cantante ensayaba todos los días. Esta jaula tenía la puertita abierta de par en par y el pequeño columpio donde los pajaritos enjaulados se mueven acompasadamente de un lado a otro sin que muden de lugar, se estaba meciendo suavemente.
Este pequeño columpio nunca dejó de mecerse y la puerta de la jaula saltó de sus pequeños goznes cuando la quisieron cerrar.

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