domingo, 4 de abril de 2010

Anécdotas de una Calle Corta de Mar del Plata

(continuación)

Tengo Nombre y Apellido

Estoy exultante. ¿A qué se debe mi alegría? A que en el día de hoy, 29 de octubre del Año de Nuestro Señor 1932, por ordenanza municipal, artículo 5°, se me reconoce y otorga nombre y apellido: Diagonal Antonio Álvarez. Cesaré de ser nombrada con una exasperante porfía como Diagonal Pueyrredon. He obtenido mi verdadera identidad. Se que siempre fui importante en el desarrollo del barrio pero ahora gozo, no sólo del reconocimiento popular, que siempre lo tuve, sino del municipio de General Pueyrredon.

Estoy disfrutando de mi apelativo. ¡Estoy tan orgullosa de ser desde hoy la Diagonal Antonio Álvarez! ¿Ustedes saben quien fue D. Antonio Álvarez? Se los voy contar.
Fue un argentino nacido en el año 1848 en Dolores. Estaba radicado en la zona del sudeste de la provincia de Buenos Aires. Contaba 32 años cuando fue nombrado Juez de Paz del recientemente creado Partido de General Pueyrredon. Fue un hombre probo y progresista pues se dedicó a promover obras para mejorar la situación de los habitantes de nuestra ciudad. No sé por qué después de 4 años dejó no sólo la ciudad sino la región circundante. Se comentaba que paso por muchas peripecias hasta que recaló nuevamente por nuestra zona alrededor de 1914. Lo último que supe de él fue que falleció en la Capital Federal. Tenía 76 años.

Bueno, ahora estoy asfaltada, tengo mi propia identidad e iluminación nocturna. ¡Es un progreso importante!
¿Es un progreso importante? Supongo que algún funcionario municipal debe haberse percatado que durante las veinticuatro horas que tarda la Tierra en flirtear con la Luna existen lapsos de tiempo de distinta duración durante los cuales hay ausencia total o parcial de luz natural y que por lo tanto es necesario sustituir o compensar ésta mediante luz artificial. Esta luz artificial que se diferencia notablemente de la natural debe, no obstante, cumplir con unos mínimos requisitos de calidad y cantidad.
Por eso la luminaria que me alumbra es una esmirriada lamparita de 100 bujías que pende de un alambre que va desde una vereda a la otra por la mitad de cuadra. En la vereda de los números impares el hilo de metal está enganchado en el muro posterior de la propiedad de un médico que habita la zona desde que me acuerdo. En la vereda opuesta, el alambre que me sostiene junto con el cable eléctrico que me provee de energía lumínica, está prendido a un gancho clavado sobre la pared de un potrero. Ah! Pero eso sí: a una considerable altura para evitar que algún renegado social rompa la lamparita a cascotazos. No sea que se haga hábito entre los pibes del lugar y al final esta “Vía Blanca” sea una gravosa carga para el erario municipal. Además algún funcionario involucrado con el presupuesto comunal ha tenido en cuenta las borrascas marplatenses, a veces acompañadas por fuerte viento o pesado granizo. De ahí el bonete de chapa que cubre la parte superior del raquítico foquito que son más las veces que está apagado que encendido.

Comienzan las Anécdotas

Reconozco ser imperfecta. Quizá mi imperfección deviene de muchos factores, todos ellos ligados a mi nacimiento. Que la imperfección es un vicio del pensamiento no de la acción está totalmente aceptado. Entiendo que primero se piensa y luego se obra. De un pensamiento positivo siempre surge una obra perfecta, virtuosa y bella. Esto no ha sido mi caso porque yo no fui engendrada ni correcta ni perfectamente. He sido mal concebida, mal concluida… hasta mal hecha diría. Sin ser responsable de esta debilidad, me hago cargo de la misma. A pesar de haber confesado en párrafos anteriores que no me gusta el chisme porque en el chisme hay algo de mendacidad irrespetuosa hacia el semejante, reconozco ser chismosa. Asumo con dignidad esta imperfección mía. En mi descargo señalo que el chismoso dice siempre la verdad. Propaga lo que ve o escucha y es siempre veraz en su chismorreo. Como está en mi espíritu y mi conciencia ser veraz, desde ahora empiezo a chismorrear las discusiones insustanciales o las situaciones un poco más complicadas que se suceden entre los vecinos que me habitan o los transeúntes que cotidianamente me caminan. Son tantas y tan singulares las situaciones de las que he sido espectadora que llenaría una enciclopedia testimonial la cual, aunque muy interesante, terminaría por aburrirles.
He gastado tantas energías atravesando los avatares de mi existencia que a veces mis relatos pueden parecer un tanto difusos. Trataré de ser lo más coherente que pueda para que las anécdotas que les contaré constituyan un conjunto con unidad y sin contradicciones.

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